Como ser una mamá trabajadora y ser feliz en el intento

Cuando la maternidad o paternidad se presenta en nuestras vidas por primera vez, es bien sabido que prácticamente en su totalidad no es cómo lo habíamos imaginado. El milagro de la vida y la perfección de la naturaleza aparece ante nosotros cómo el maravilloso regalo que es. Pero con ello, también llegan los pañales, el sueño, el llanto inagotable, un sin fin de etcéteras,… y una nueva organización en tu vida.

Y mientras organizas y piensas en ello llegan los miles de consejos que la mayoría de personas que tienen una mínima interrelación contigo se sienten en la obligación de dar, y he aquí una de las preguntas estrella para aconsejar: ¿Y que vas a hacer con el trabajo?.

Una inocente pregunta, que en ocasiones, no es fácil contestar como mamás en esos momentos: La naturaleza nos ha llenado de hormonas para profesar un amor incondicional hacia esa pequeña criatura, lo que sumado al factor educacional en que la falsa idea del sacrificio Judeocristiano nos convierte en mejores madres, hace que plantearnos la continuidad de nuestras posiciones o carreras nos resulte a priori complicado.

Pues bien, llegadas a este punto, nuestra relación con la empresa, debería manejarse cómo cualquier otro tipo de relación, y aquí está el secreto, manteniendo las claves que utilizamos en el resto de relaciones sanas de las que disfrutamos (pareja, amigos, familia, compañeros,…): El amor, el respeto y la comunicación, entre otras. Y dando por hecho que el amor, entendido en su concepto más amplio, y respeto en el entorno laboral, lo tenemos superado, sería interesante analizar el aspecto de la comunicación: y es que nuestra situación con el bebé ha cambiado, pero no por ello nuestra profesionalidad o compromiso con la empresa. Por ello se hace necesaria una comunicación sincera en la que se han de exponer no sólo en qué medida las nuevas necesidades personales afectarán a la estructura, horarios o resolución en el desempeño de tareas, sino el objetivo a medio plazo, y así desarrollar un acuerdo conjunto en el que ambas partes se sientan cómodas y satisfechas.

Y en este acuerdo han de ganar ambas partes, por un lado la madre trabajadora empleada en que al poder adaptar sus necesidades al horario, o las tareas en el desempeño de sus funciones se seguirá sintiendo implicada en el proyecto de la empresa, y al mismo tiempo podrá dedicar el tiempo que estime necesario para su nueva estructura de familia, lo que al poder compaginar ambas facetas le hará sentirse más completa y feliz, lo que revertirá directamente en su actitud en el día a día con sus compañeros, con la empresa en el desarrollo de su trabajo, y en su familia y sus hijos.

Por parte de la empresa, en este mundo en constante cambio y evolución, es una clara muestra para sus empleados, clientes y competidores, de su capacidad de adaptación ante nuevas circunstancias, su flexibilidad y su compromiso, demostrando que todos forman parte de un equipo en el que se apoyan a cada cual en base a sus necesidades en cada momento.

Y es que no nos olvidemos que nuestros hijos, nuestra empresa y nuestros clientes tienen muchas cosas en común:

Nos exigen lo mejor de nosotros mismos, nos sacan de nuestra zona de confort, ponen al límite nuestras capacidades, pero nos premian cada día, haciéndonos crecer como personas, como profesionales, y como madres.

Teresa García Moreno

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